Todo lo bueno se me hace vicio con una facilidad asombrosa.

Facebook, el mejor invento del hombre después de la rueda, hamachi y la crema de afeitar.

Hoy tuve un buen día. Volvía a casa colgado de la manija del tren encastrado a presión entre 4 pares de tetas, 30% dormitando, 10% mirando un culo y 60% intentando con la mano libre leer mails en el teléfono en la medida que las tetas me lo permitían.

Así da gusto, sumido en esa especie de sopor tibio, mullido y perfumado, mientras me imaginaba separando a los trompadones los mails que me llegan cada vez que uno de ustedes pone un comentario en el blog de la horda de spam okupa que invadía la que hasta hacía solamente media hora era mi pristina bandeja de entrada.

Leía en definitiva que el último artículo que escribí tuvo buena aceptación y muchos aportaron su granito de arena para desaznarme. Como últimamente vengo teniendo buen feedback –y no seas mal pensado, hablo de los que comentarios que me dejan en el blog– se me ocurrió plantearles otra de esas preguntas para que nos retro-alimentemos todos.

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